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Guía para el cultivo del kiwi

GARCÍA RUBIO, JC.; GARCÍA GONZÁLEZ DE LENA, G. Área de Experimentación y Demostración Agroforestal

Orígen y descripción botánica

Origen

El kiwi es originario de los bosques del valle del río Yang-Tse-Kiang (China) donde crece en forma silvestre. En los años 1904 y 1906 se intentó iniciar su cultivo en los Estados Unidos de América y Nueva Zelanda, respectivamente; sin embargo, fue en 1940, en la bahía neozelandesa de Plenty, donde verdaderamente se comenzó a cultivar, extendiéndose en 1965 a los Estados Unidos (California).

Francia e Italia, en 1967 y 1971, fueron los primeros países europeos que iniciaron el cultivo de esta especie, introduciéndose en 1972-1973 en España, adquiriendo cierta importancia a partir de 1980 en la Cornisa Cantábrica.

Descripción botánica

Existen numerosas especies tanto de fruto verde como de amarillo, que en cuanto a su cultivo son muy similares. Por lo que en esta guía hacemos referencia al kiwi verde (Actinidia deliciosa), que es el de más importancia en cuanto a su cultivo.

  • Familia: Actinidiáceas.
  • Género: Actinidia.
  • Especie: deliciosa.
  • Nombre vulgar: Actinidia, kiwi, yang tao, grosella de China, kiwifruit etc.

Raíz: Son gruesas y de color rosado cuando proceden de semilla y finas y de color marrón oscuro cuando su origen es clonal; son altamente exigentes en oxígeno, de ahí que su desarrollo se vea favorecido por texturas de bajo contenido en arcillas.

Brotes: Cuando son jóvenes son muy vellosos y suelen presentar una tonalidad rojiza fundamentalmente cuando proceden de semilla. Poseen carácter trepador, en su extremo, tendiendo a enroscarse en forma de muelle, sobre todo cuando crecen débiles. Por el contrario, en condiciones favorables, en lugar de tomar la forma de muelle, crecen erectos llegando a alcanzar crecimientos anuales superiores a los 3 m. En estado adulto, el tronco puede alcanzar un diámetro de 20 a 30 cm, presentando una corteza de color marrón oscuro que se agrieta fácilmente. Las ramas externas adquieren la forma de arco y su unión con las principales es superficial, lo cual hace que se resquebrajen con facilidad por el viento.

Hojas: Son caducas, con el limbo grande, acorazonado y dentado, de color verde intenso, lampiño en el haz y peloso y verde claro en el envés; el peciolo suele ser largo, aunque varía según las variedades. Se desprenden fácilmente durante la vegetación ante cualquier accidente, cayendo rápidamente al suelo después de las primeras heladas.

Yemas: Pueden ser mixtas, de madera y adventicias. De las yemas mixtas nacen los brotes portadores de los botones florales, mientras que las de madera originan brotes no fructíferos y las adventicias evolucionan cuando los brotes fructíferos son destruidos por heladas primaverales, en cuyo caso los nuevos brotes sólo portarán yemas de madera, pudiendo dar lugar en años posteriores a yemas mixtas.

Flores: Es una especie dioica con flores estaminíferas en las plantas masculinas y pistilíferas en las femeninas; los estambres de las flores femeninas producen polen estéril, siendo preciso poner plantas masculinas para realizar la fecundación de las femeninas que son las que producen los frutos. Los botones florales nacen en las axilas de las primeras hojas de los brotes.

Frutos: Son bayas con la epidermis de color marrón verdoso, áspero y poco atractivo, que en la madurez se desprende fácilmente de la pulpa; ésta es de color verde esmeralda y envuelve un huso central blanco cremoso. Su alto contenido en ácido ascórbico, potasio, fósforo y otros minerales confieren a este fruto, además de un alto valor dietético, la cualidad de potenciador de defensas del organismo, hasta el punto de que se le atribuyen propiedades preventivas contra enfermedades estacionales y cancerígenas que le definen como el fruto de la salud.

Aunque su riqueza en estas sustancias puede variar según las condiciones de cultivo, a modo orientativo se especifican sus valores medios en comparación con la naranja (Foumier, 1974).

Valor alimenticio de 100 g de pulpa de fruto de kiwi

Sustancias Actinidia Naranja
Calorías 53 44
Agua 80 87
Prótidos (g) 1,6 0,7
Lípidos (g) 0,3 0,2
Glúcidos (g) 11 9
Sales minerales (g) 1,5 0,27
Vitamina e (mg) 100-300 40-80

El tamaño de los frutos es directamente proporcional al número de semillas que contienen, dependiendo éste del numero de granos de polen recibidos en la polinización; las semillas son muy pequeñas

(1 gr. contiene aproximadamente 600),un fruto de 100 gr. normalmente puede superar el millar por fruto, siendo estas de color marrón oscuro e ingiriéndose junto con la pulpa, de ahí la importancia de este fruto para el buen funcionamiento del transito intestinal.


Frutos de kiwi a punto de cosecha 

Exigencias en clima y suelo

Clima

La temperatura, viento, humedad relativa ambiental, pluviometría e insolación son los factores climatológicos más influyentes en el desarrollo y producción de esta especie, pudiendo erigirse en limitativos para su cultivo.

La influencia de la temperatura se debe fundamentalmente a la posibilidad de heladas primaverales, ya que temperaturas de -2°C ó -3°C durante varias horas pueden ser suficientes para destruir las primeras brotaciones que son las únicas que fructifican, perdiendo, por tanto, la producción del año. Sin embargo, en reposo invernal puede soportar temperaturas de -20º, sin embargo a partir del mes de febrero que se inicia el movimiento de savia, con temperaturas por debajo de -10º pueden dañar los troncos a nivel del cuello.

El cero vegetativo se sitúa entre 7 y 8°C. no obstante, las necesidades en frío invernal no parecen estar perfectamente cuantificadas para cada área de cultivo, estimándose de una forma global entre 600 y 800 horas al año, influyendo decisivamente en la posterior evolución de las yemas cuando no se llega a este umbral.

La instalación de riego por aspersión o de estufas ofrecen la posibilidad de protección contra las heladas primaverales, aunque son sistemas que encarecen considerablemente el cultivo y presentan, además, serios inconvenientes para su aplicación.

La acción del viento puede ocasionar en las plantas daños mecánicos y fisiológicos, pudiendo citar entre los primeros las roturas producidas en hojas, brotes y flores, así como la interferencia con el trabajo polinizador de las abejas y la contribución a que se produzcan quemaduras por sales en plantaciones próximas a la costa, debido a la excesiva evapotranspiración como consecuencia de la desecación del aire.

Por todo ello conviene situar el cultivo en lugares provistos de abrigo natural contra los vientos dominantes y, en su defecto, en algunos casos prever la instalación de cortavientos.

La pérdida excesiva de agua por transpiración puede surgir igualmente cuando la humedad relativa ambiental desciende por debajo del 60 por 100, produciéndose además de los daños indicados una parada en el crecimiento vegetativo y en el desarrollo de los frutos. La instalación de riego por microaspersión a una cierta altura próxima al follaje permite mejorar la humedad relativa ambiental. El óptimo de ésta es del 75-80 %.

Se estima que la pluviometría debe oscilar entre 1.300 y 1.500 mm, distribuida homogéneamente durante el año. No obstante, el período de mayores necesidades está comprendido entre inmediatamente después del cuajado y el mes de septiembre, necesidades que normalmente habrá que cubrir mediante riego en su mayor parte.

Por último, se considera que la insolación idónea para este cultivo es de 2.200 a 2.300 horas por año, pudiendo aumentar o disminuir la exposición mediante el sistema de formación de la planta y sus podas posteriores.

Suelo

Las raíces del kiwi sufren fácilmente de asfixia, siendo, por tanto, idóneos para su cultivo los suelos profundos, bien drenados, ricos en materia orgánica y de reacción neutra o ligeramente ácida. Su producción está estrechamente ligada con el desarrollo que pueda alcanzar el sistema radicular, optimizándose en suelos y subsuelos de textura franca o franco arenoso en los que las raíces pueden superar profundidades de 1 m.

Por el contrario, no tolera suelos con capa freática poco profunda, contenidos elevados de arcilla ni de cal activa (>5 %), pudiendo erigirse igualmente en factores limitativos para su cultivo; en suelos de reacción básica (pH >7,5) se clorosa fácilmente.

A título orientativo la textura más idónea para el cultivo del kiwi tendría las características siguientes: 65, 25 Y 10 % de arena, limo y arcilla, respectivamente. Ello no descarta la utilización de otras texturas que mediante la aportación de enmiendas, acaballonado, drenajes etc. puedan ser optimas para el cultivo.

Variedades

Una buena variedad de kiwi debe poseer vigor, rusticidad y productividad destacables. Sus frutos han de ser de tamaño medio a grueso (80 a 120 g), según la variedad y con la posibilidad de una larga conservación en cámara frigorífica sin perdida de las cualidades organolépticas.

A diferencia de la mayoría de especies frutícolas donde existen una amplia gama de variedades comerciales, en el caso del kiwi, hasta hace una década solo había una variedad comercial, la Hayward, que era la que se cultivaba en el mundo entero y que aún sigue constituyendo la base de casi todas las plantaciones comerciales.

Recientemente se ha introducido en el mercado otras variedades de kiwi verde tipo Hayward y de cosecha 35-40 días más temprano, como Summer Kiwi, así como variedades de carne amarilla y roja como Kiwi Gold, Jintao etc. Estas últimas tienen mucha menos importancia como plantaciones comerciales, debido fundamentalmente a su corto periodo de conservación en cámara frigorífica.

También se comienzan a ver en el mercado algún fruto de otras especies como A. Arguta o A. Kolomikta, con mayores contenidos en antioxidantes y otras propiedades vitamínicas, pero que están teniendo poca importancia como cultivo debido principalmente a su reducido tamaño de (10-15 gr.) y a su corta vida postcosecha.


Frutos de la especie A. Arguta

Polinización

El kiwi es una planta dioica, de ahí que la presencia de plantas macho constituya el factor indispensable para conseguir producción. El peso y la calidad de los frutos dependen del número de semillas que contengan; además, esta especie tiene la facultad de producir fruto en todas las flores fecundadas, determinando ambos factores la cantidad y calidad de la cosecha.

Para obtener un fruto comercial de más de 75 g. son necesarias unas 800 semillas por fruto, y más de un millar de semillas para que logre un peso superior a los 100 g. Ello parece estar relacionado con el efecto hormonal ejercido por las semillas sobre el desarrollo de los frutos.

Entre los clones de plantas macho existentes en el mercado, uno de los que se adapta bien a las condiciones climáticas de Asturias es el Matua, de origen Neocelandés. También existen otros machos seleccionados de semilla en distintas plantaciones de la cornisa cantábrica, y que aunque no están registrados y tienen nombre comercial si que utilizan como polinizadores en fincas comerciales.

Sin embargo, para que una planta macho sea un buen polinizador, además de producir polen en cantidad y calidad deberá florecer en la misma época que las plantas hembra a polinizar

La coincidencia de apertura de flores es fundamental, además, porque las flores de las plantas hembra solo son receptivas al polen desde su apertura hasta la caída de los pétalos (una semana). Sin embargo, los machos producen polen germinable sólo durante los 2 ó 3 días posteriores a la apertura de sus flores.

El transporte del polen de las flores masculinas a las femeninas se realiza fundamentalmente a través de los insectos y el viento, aunque éste es poco significativo.

Entre los insectos polinizadores los más interesantes son las abejas y abejorros salvajes que, por otra parte, no suelen abundar, de ahí la necesidad de recurrir a las abejas domésticas a razón de 6 a 8 colmenas por hectárea y actualmente se esta utilizando con más frecuencia las colonias de abejorros, criados por empresas especializadas en este campo. Estas se colocarán en la plantación al comienzo de la floración y serán retiradas a la caída de los últimos pétalos, al objeto de evitar que se acostumbren a buscar flores de otras especies más atractivas para ellas.

No obstante, pueden darse otras condiciones ambientales tales como lluvias, viento y temperaturas bajas que no permitan trabajar a las abejas, pudiendo pasarse el período útil de las flores, siendo preciso recurrir, en dicho caso, a la polinización artificial, que se puede hacer de forma manual o mediante espolvoreos o pulverizaciones, bien secas o húmedas.

Para realizar la polinización artificial manual se recogen flores masculinas y con ellas se frotan, siguiendo movimientos circulares, los estigmas de las flores femeninas, siendo suficiente una flor masculina para polinizar cinco flores femeninas.

Para hacer la polinización artificial por espolvoreo o pulverización húmeda, normalmente se parte de polen congelado que existe a nivel comercial que bien se puede aplicar en espolvoreo en seco o mezclado con agua en pulverización húmeda.

Propagación

El kiwi se puede propagar mediante las técnicas siguientes:

  • Estaca de raíz.
  • Estaquilla herbácea.
  • Estaquilla semileñosa.
  • Estaquilla leñosa.
  • Semilla e injerto.
  • In vitro.

Sin embargo, la tendencia actual se centra fundamentalmente en los tres últimos métodos, de los cuales la multiplicación por estaquilla leñosa y la reproducción por semilla e injerto ofrecen la posibilidad de conseguir plantas de calidad sin necesidad de instalaciones costosas. La multiplicación «in vitro» consigue rendimientos superiores, aunque exige altos niveles de especialización y de infraestructura.

Técnicas de plantación

El establecimiento de una plantación de kiwi deberá contar con un estudio previo que refleje las condiciones de clima y suelo del paraje donde se pretenda instalar el cultivo.

Ello permitirá prever posibles factores limitativos o desfavorables para elaborar en las mejores condiciones el proyecto correspondiente. En el mismo se determinará la forma precisa de actuar en cuanto al drenaje, preparación y abonado del terreno, captación de aguas y sistema de riego, sistema y forma de plantación, distribución de plantas hembra y macho, instalación de cortavientos, elección de variedades, estructura de apoyo, etc., para afrontar la empresa con éxito.

Preparación del suelo y abonado de fondo

El suelo deberá ofrecer buena permeabilidad hasta una profundidad mínima de un metro; en caso contrario, se impondría la realización de caballones en las líneas y la construcción del drenaje correspondiente. En condiciones favorables el sistema radicular consigue su mayor densidad entre los 50 y 90 cm, siendo por tanto, aconsejable preparar el suelo con las labores siguientes:

  • Labor de subsolador a una profundidad de 70 a 80 cm.
  • Labor de arado (incorporando los abonos orgánicos y minerales de fondo).
  • Labor de fresadora (inmediatamente antes de plantar).

El abonado de fondo será consecuente con el pH, nivel de materia orgánica y contenido en fósforo, potasio, magnesia y microelementos, reflejados en el análisis del suelo. Estos datos determinarán los tipos y cantidades de abonos necesarios para restablecer el equilibrio y crear, además, reservas en profundidad de fósforo y potasio.

Para un suelo de tipo medio, con acidez adecuada a las exigencias del cultivo (pH=6 ó 7), se pueden considerar, a modo orientativo, para una superficie de una hectárea las cantidades siguientes:

  • 70-80 t. de estiércol bien descompuesto.
  • 200-300 U.F. de P205
  • 200-300 U.F. de K20 (en forma de sulfato).

La aportación de estiércol será primordial ya que el futuro desarrollo de las plantas estará muy vinculado al contenido de materia orgánica del suelo.

Sistema de formación

La elección del sistema de formación de las plantas hembra (cordón horizontal, T-bar, pérgola y otros) tendrá como objetivo el asegurar la posibilidad de lograr el potencial productivo de las plantas, sin menospreciar los costes de instalación y el futuro manejo de la plantación. Las condiciones climatológicas (luz, temperatura, humedad, viento) constituirán el factor decisivo de la elección, siendo el sistema de T-bar el que parece más idóneo para las condiciones del Norte de España. Este sistema se adapta satisfactoriamente a las necesidades vegetativas del kiwi, superando a los sistemas de pérgola y cordón horizontal tanto en el aprovechamiento de la luz como en el manejo de la plantación.

Estructura de soporte y entutorado

La estructura de soporte y entutorado adaptado al sistema de T-bar viene siendo objeto de continuas evoluciones, habiendo pasado recientemente de la utilización de crucetas con tres líneas de alambre a otro tipo de cruceta con cinco líneas que, sin duda alguna, se presta en mayor grado a las exigencias fisiológicas de esta planta.

Las crucetas pueden construirse con hormigón armado, perfiles metálicos o postes de madera. Las primeras son imprescindibles para los extremos de las líneas y preferibles para el resto del soporte, aunque por razones económicas se pueden alternar con las metálicas o de madera e incluso mixtas (hormigón-metal o madera-metal).

En cualquier caso, en el proyecto de plantación deberá exigirse la instalación "de una buena armadura que soporte el peso de la masa vegetativa y de las futuras cosechas (40 kg. por metro lineal), que garantice una duración no inferior a 40 años y que ofrezca buena resistencia al viento.

Las crucetas de los extremos de las filas se anclarán adecuadamente mediante la colocación de vientos, tomando una posición ligeramente inclinada hacia fuera o colocando retenes en la parte interior de la fila.

La colocación de la estructura de soporte y entutorado antes de hacer la plantación facilitará el trabajo y evitará la rotura de plantas y apisonamiento del terreno.


Estructura de soporte en una plantación
 

Distribución de las plantas

La polinización es un factor determinante en el tamaño de los frutos, y por consiguiente en la producción final.

De ahí que una correcta distribución, tanto en el número como en la ubicación de las plantas macho, sea un factor muy importante de la producción.

Aunque existen diversas versiones al respecto, se estima que el número adecuado de plantas macho ha de ser del 10-20 % de la plantación, en función de que se planten como supernumerarios o no. Teniendo en cuenta que las abejas trabajan en la dirección de las líneas, parece que lo más correcto es ubicar las plantas macho en todas las filas, en la proporción indicada.

Además, se considera positivo poner un macho al lado de cada cruceta de los extremos de las filas e, incluso, plantar machos salvajes en los márgenes de la plantación.

Cortavientos

La protección de las plantas contra los vientos dominantes es importante salvo en parajes excepcionalmente protegidos. El viento comienza a producir daños cuando supera los 30 km por hora.

Los cortavientos deben actuar como filtros y no como barreras. Una permeabilidad del 40 al 45 por 100 protege la plantación y permite la circulación del aire.

El efecto de cortaviento es directa e inversamente proporcional a su altura y a la velocidad del viento, respectivamente. La longitud de protección de un cortaviento es de 10 a 20 veces su altura, en función de que la velocidad del viento sea muy grande (>80 km/h) o media, respectivamente. En cualquier caso la separación entre cortavientos no deberá ser superior a 150 m; de lo contrario, se produciría efecto túnel en la plantación.

Los cortavientos pueden ser naturales o artificiales, siendo éstos los más aconsejables ya que los naturales (tuyas, cipreses, álamos y otros) compiten en nutrientes con el cultivo, sombrean la plantación, se pierde terreno útil y actúan además como huéspedes de plagas y enfermedades, incluyendo en éstas las que afectan a la raíz (armillaria). No obstante, estos efectos negativos pueden aminorarse mediante la utilización de especies cuyo sistema radicular sea profundo y de escaso desarrollo lateral como el ciprés de Leiland (Cupressocyparis leylandil) que tiene crecimiento rápido, no pierde las ramificaciones de la base, soporta los vientos marinos y es más resistente a las enfermedades que el C. macrocarpa. A este respecto también parecen interesantes el ciprés de Lawson y la tuya plicata.

Los cortavientos artificiales se pueden construir con mallas de plástico y postes de madera, eliminando los inconvenientes reseñados para los naturales. No obstante, su instalación y mantenimiento es costoso, pudiéndose aminorar el aspecto económico mediante la instalación de cortavientos naturales en los bordes de la plantación y artificiales en el interior de la misma, que se colocarían en una banda de tres metros de altura a partir del nivel de la cabeza de los postes de la estructura de entutorado.

Hoy día, salvo casos muy problemáticos, se suelen hacer las plantaciones sin cortavientos artificiales por el elevado coste del mismo.

La orientación idónea de los cortavientos será la perpendicular a los vientos dominantes, sin olvidar el efecto negativo del sombreado de las plantas próximas.

Plantación

Se puede realizar desde finales del otoño hasta principios de la primavera, siendo preferible efectuarla temprano, ya que suelen darse menos fallos y las plantas brotan con mayor vigor.

En la plantación es importante que las raíces queden bien estiradas y repartidas en forma radial, cubriéndolas con tierra fina. La planta deberá quedar enterrada a la misma profundidad que estaba en el vivero, procurando no tapar su cuello. En caso de que el terreno no tuviera suficiente humedad sería necesario regar después de plantar.

Técnicas de cultivo

Cultivo del suelo

La línea de plantación conviene mantenerla sin vegetación en una franja de un metro de anchura mediante labores o aplicación de herbicidas.

Las labores se realizarán a lo sumo durante los dos primeros años, en los que las plantas se muestran sensibles a ciertos herbicidas. No obstante, en este período se puede realizar escarda química con herbicida de contacto tipo Glufosinato, con la precaución de no mojar los pies de los árboles.

A partir del tercer año de plantación se pueden utilizar herbicidas de mayor persistencia sin peligro de ocasionar daños a las plantas, como el Glifosato, de acción sistémica.

Para el mantenimiento de las calles lo más aconsejable es mantenerlas con una cubierta vegetal permanente, ya sea espontánea o bien sembrada a base de trébol blanco enano, esta evita la erosión en suelos pendientes y ayuda a disminuir la compactación del suelo, en las rodaduras, por el paso de la maquinaria.

En tal caso, la cubierta vegetal o pradera deberá manejarse en beneficio del kiwi, realizando siegas frecuentes dejando sobre el suelo los residuos vegetales, que influirán favorablemente en la textura, asimilación de abonos (estimula la presencia de microorganismos que mejoran la solubilidad de algunos nutrientes) y protegerán del calor las raíces superficiales de la planta.

Durante los períodos con riesgo de heladas y durante la floración será fundamental mantener el césped bien cortado; de lo contrario, en lo referente a la floración, las flores del trébol u otras desviarían la atención de las abejas en detrimento de la polinización del kiwi.

Riego

Las necesidades máximas de humedad se dan en el período mayo-septiembre, siendo la planta del kiwi altamente sensible a los desequilibrios y stress hídricos que se manifiestan rápidamente por medio de parada en el desarrollo de la vegetación y de los frutos.

Una pluviometría media de 100 milímetros por mes durante el período indicado asegura una producción óptima y crecimientos vegetativos satisfactorios. Las deficiencias de agua han de cubrirse mediante el riego, debiendo contar con disponibilidades medias superiores a los 1.000 metros cúbicos de agua por hectárea y mes y de 5.000 metros cúbicos por hectárea para el período indicado para asegurar un buen abastecimiento en el caso de que no lloviera. El agua a utilizar en el riego del kiwi, será de bajo contenido en cloruros y carbonato cálcico.

Dada la importancia del agua para esta especie conviene realizar un buen manejo del riego, para lo cual es necesario tener en cuenta que la mayor parte del sistema radicular se va extendiendo progresivamente hasta situarse en plantaciones adultas, en una franja de 2,5 m a partir del tronco en la dirección de la fila y en otra de 1,5 m de ancho en el sentido perpendicular a ella. En consecuencia, deberá tenerse en cuenta que tanto la zona de riego como la de fertirrigación será de 0,2 m alrededor del tronco el primer año de plantación y la definida por la longitud de las ramas principales y una anchura de 0,5, 1 Y 2 m para plantaciones de 2, 3 años y adultas, respectivamente.

El caudal de agua y la frecuencia de los riegos dependerán de la capacidad de campo y de la evapotranspiración potencial. En el caso de no disponer de estos datos, la instalación de tensiómetros en el suelo permitirá determinar el grado de humedad del terreno, pudiendo aplicar el riego con mayor precisión y eludiendo, por tanto, posibles riesgos derivados tanto por deficiencia como por exceso de agua.

El sistema de riego por microaspersión es el más idóneo para lograr un mejor aprovechamiento y distribución del agua. Su instalación, aparte del cabezal de riego correspondiente, consta de una tubería de polietileno por fila de plantas, donde se insertan dos aspersores por planta, de modo que rieguen la franja indicada anteriormente, siendo necesario dotar al sistema de riego de buenos filtros para que no se obturen los microaspersores.

Este sistema de riego contribuirá a mantener un ambiente húmedo en la zona del follaje en los días secos y calurosos, a la vez que permite aportar los elementos nutritivos por fertirrigación.

Abonado

Los abonos orgánicos y minerales juegan un papel importante en el desarrollo y producción del kiwi.

El estiércol de ganado vacuno parece el abono orgánico más idóneo. La incorporación de estiércol mejora la textura del suelo, aporta nutrientes y favorece la asimilación de microelementos, disminuyendo el riesgo de carencias. Además, los ácidos húmicos producidos en la humificación de la materia orgánica se combinan con las bases alcalinas contribuyendo a disminuir el pH del suelo; por ello, las aportaciones de estiércol deberán ser lo más cuantiosas posible, sin más limitaciones que el aspecto económico.

El estiércol deberá estar bien descompuesto y se aplicará en invierno o primavera, preferentemente en la franja indicada para el riego. Además, conviene aprovechar toda posibilidad de aportar materia orgánica mediante el aprovechamiento de la hierba segada, hojas de árboles, restos de cosechas y otros. Se evitará utilizar materias que puedan fermentar, fundamentalmente estiércol fresco y gallinaza.

Dadas las elevadas exigencias en nutrientes del kiwi, principalmente de nitrógeno, fósforo y potasio, es imprescindible restituir las extracciones anuales que no fueran cubiertas con el estiércol mediante la aportación de abonos minerales.

Las plantaciones en plena producción necesitan, además, aportaciones de calcio y magnesio. En cualquier caso, al objeto de determinar las verdaderas necesidades de nutrientes y evitar posibles carencias, lo más correcto es realizar análisis periódicos del suelo (cada 2 a 4 años), complementados con análisis foliares.

En la siguiente tabla se pueden ver los contenidos óptimos en hojas para los distintos nutrientes:

  (%)
Nitrógeno 3.1
Fósforo 0.2
Potasio 2.75
Magnesio 0.7
Calcio 2.3

 

  (ppm)
Hierro 169
Magnesio 40
Zinc 29
Cobre 20
Boro 71

Esta especie no tolera grandes concentraciones de sales, debiendo distribuir los abonos en pequeñas cantidades y en varias aplicaciones, sobre todo en terrenos con bajo nivel de materia orgánica.

 

Si el pH del suelo fuese elevado (>7), los abonos minerales se emplearán en forma de sulfato (sulfato amónico, sulfato potásico), evitando en todo caso el empleo de cloruros.

Una vez realizada la plantación y al objeto de ajustar el abonado a las necesidades de crecimiento y producción, conviene distinguir los siguientes períodos:

  • Formación: Comprenderá los tres primeros años de la plantación, siendo durante esta época el nitrógeno el elemento fundamental para asegurar los crecimientos vegetativos. Las necesidades de este elemento para este período pueden estar en torno a las 50-70 UF/ha. repartidas durante el período de máximo crecimiento Abril-Julio.
  • Producción: A partir del tercer año se incrementan anualmente las extracciones de nutrientes como consecuencia de la producción de frutos. Además, la emisión y desarrollo de los nuevos brotes será fundamental para realizar la renovación de los que ya produjeron, por lo cual el nitrógeno sigue siendo vital en este período aunque también son importantes el fósforo, para favorecer la diferencia floral, el potasio, por mejorar las propiedades organolépticas y tamaño de los frutos y el magnesio y el calcio fundamental este último para una buena conservación postcosecha.

Unidades fertilizantes por hectárea para una finca en producción

Año N P205 K20 Ca Mg
4 125 50 75 20 10
5 150 60 110 30 20
6 y siguientes 150-200 150-200 75-100 50 30


El período de fertilización principalmente va dese la brotación hasta Julio-Agosto y preferiblemente aplicado mediante fertirrigación.

Las cantidades de abonos o fertilizantes indicados se tomarán como dato orientativo, puesto que el modo correcto de abonar depende de lo que indiquen los análisis de suelo y foliar. Por otra parte, conviene tener en cuenta que las aportaciones de estiércol pueden cubrir buena parte de las necesidades de los nutrientes indicados, completando éstas con las aportaciones de los abonos minerales correspondientes.

Tratamientos fitosanitarios

Las plantas de kiwi pueden ser atacadas por algunas plagas tales como babosas, ácaros, pulgones, nematodos y algunas cochinillas, y por enfermedades como Botritis, Podredumbre del cuello, Hongos de la madera (Elephantiasis),Fusarium, Phomopsis y algunos tipos de bacterias.

En Asturias hasta el momento, los daños causados por plagas han sido casi inexistentes. Sin embargo en lo referente a enfermedades si que hay problemas más serios, como la bacteriosis que ataca al botón floral, haciéndolo caer al suelo y los hongos de la madera (elephantiaisis), que afecta tanto a troncos como a ramas adulta provocando su muerte. También se detectan con cierta frecuencia problemas en el sistema radicular producidos por Phytoftora, generalmente en plantaciones hechas en suelos inadecuados

Poda de plantas hembra

Poda de formación en T

Es el sistema que mejor se adapta a las condiciones de Asturias, bien sea a dos brazos o a uno.

Tiene por objeto crear un esqueleto o parte permanente del árbol, constituido por un tronco vertical y dos ramas horizontales que se insertan en forma de T a una altura aproximada de 2 m del suelo.

Sobre las dos ramas principales se originarán otras secundarias que se orientan perpendiculares a la línea, que a su vez, darán lugar a los ramos fructíferos.

Poda de fructificación

Tendrá como objetivo el favorecer las necesidades fisiológicas de las plantas y asegurar una producción regular y una buena calidad de fruto, favorecidas por un mayor aprovechamiento de la energía por parte de los mismos.

Al objeto de evitar pérdidas de savia y posibles infecciones de hongos, es aconsejable realizar los trabajos de poda en el período comprendido entre la caída de la hoja y antes de mediados de enero, dado que el kiwi inicia la brotación sobre el mes de Marzo, pero con más de un mes de antelación sobre esta inicia el movimiento de savia.

El principio fundamental de la poda de fructificación estriba en que la formación del fruto se inicia en las primeras brotaciones del año, nacidas a su vez de un ramo del año anterior, surgiendo posteriormente otros brotes que no fructificarán en el presente año. En lo sucesivo seguirá produciendo en brotes nacidos sobre madera del año anterior, imponiéndose necesariamente una continua renovación para evitar ramificaciones en exceso que dificultarían la penetración del aire y de la luz, indispensables para lograr frutos de calidad y para la posterior evolución de las yemas.

Poda en verde

Esta poda se realiza durante casi todo el período de crecimiento de la planta, en función del crecimiento vegetativo de esta.

Se comienza en Abril-Mayo con la poda de chupones y despunte de ramas tanto fructíferas como de renovación, para favorecer la ventilación e insolación de los botones florales. Se continúa con esta poda hasta final de verano, controlando la vegetación, para favorecer el crecimiento e insolación de los frutos. Las pasadas a realizar sobre una planta, de poda en verde son variables, pero pueden estar en torno a 4-5 durante el periodo de crecimiento.

Poda de las plantas macho

Las plantas macho, si están colocadas en la parcela igual que una hembra, o sea ocupando espacio, se les da el mismo tratamiento de poda que a estas.

Sin embargo cuando se ponen como supernumerarios, o sea al lado de un poste entre dos hembras sin ocupar espacio, estas se forman en una copa alta por encima de las hembras.

Una vez terminada la floración se podan, como si fueran un seto, justo por encima del tronco o ramas principales. De esta forma no restan luz a las hembras adyacentes y las ramas que crecen durante el final del verano aun tienen tiempo suficiente de formar yemas de flor para polinizar al año siguiente.

Producción

El kiwi puede entrar en producción entre el segundo y tercer año, dependiendo de factores tales como la variedad, tipo y calidad del material vegetal empleado, técnicas de cultivo etc.

Una producción media para la variedad comercial Hayward, puede ser de unas 30 t/ha. en plena producción, entre el sexto y el septimo año, iniciando la producción al tercer año de plantación con 4-5 t/ha.

En resumen, se puede indicar que la entrada en producción tiene lugar, entre el segundo y tercer año, pudiendo alcanzar la plena producción entre el sexto y séptimo, prolongándose ésta por un período superior a los 30 años.

Recolección

El estado de madurez de los frutos en el momento de la recolección es fundamental para que se conserven en cámara frigorífica largo tiempo sin perder su valor comercial y alcancen una óptima calidad organoléptica para el consumo, más de 12º Brix.

Para conseguir estos estándares de calidad, no se debe realizar la recolección de los frutos con una media de la parcela inferior a 6.5º Brix, este parámetro es el que determina el momento de la recolección.

Conviene realizar la recolección antes de producirse las primeras heladas, ya que temperaturas de -3°C (con los frutos en el árbol) helarían los frutos, creando problemas en el proceso de conservación. Los frutos se recogen dejando en el árbol el pedúnculo.

Empaquetado

Existen distintas formas de clasificado, pero todas se realizan en base al peso del fruto. Una de las más utilizadas es la de Nueva Zelanda. Esta determina las distintas categorías en función del número de frutos que entran en una caja de 3,5 kg.

Norma de clasificación utilizada en Nueva Zelanda

Nº frutos en 3.5 kg.

20/23

25

27

30

33

36

39

42

46

Gramos fruto

>126

115-125

105-115

95-105

87-95

80-87

74-80

68-78

65-80

Actualmente en Europa por debajo de 70 gr,/fruto se considera destrio, así como los frutos con defecto de forma como dobles (abanico), daños en la piel producidos por granizo, rozamientos, quemaduras de sol, enfermedades etc.,superiores a un centímetro cuadrado.

Conservación

El fruto del kiwi tiene la facultad de conservarse durante un período de 2 a 6 meses, bajo unas condiciones ambientales adecuadas.

Los factores más influyentes en la conservación, aparte de lo referido a la madurez fisiológica y a las características de cada variedad, son la temperatura, humedad relativa y atmósfera de las cámaras frigoríficas.

La temperatura idónea de conservación es de 0°C (:t0,5), referida a la medida entre los frutos y que suele ser algo superior a la del ambiente de la cámara. Las oscilaciones de la temperatura interrumpen el proceso y acortan el período de conservación, dado que por debajo de -1°C se producen alteraciones que dañan la pulpa, mientras que por encima de 1°C se acelera el proceso de maduración.

Conviene tener en cuenta que la conservación de los frutos es más eficaz cuando previamente se efectúa la prerrefrigeración de los mismos. Esta operación consiste en someterlos a un enfriamiento rápido (pasar en 25 minutos de temperatura ambiente a 0,5°C), en el transcurso de 8 a 24 horas desde su recolección.

La humedad relativa más conveniente se sitúa en la proximidad a la saturación (90 a 95 por 100).

En el proceso de conservación es primordial la evacuación de las cámaras del gas etileno endógeno (producido por los propios frutos del kiwi), puesto que contenidos superiores a 0,05 ppm aceleran la maduración, deteriorando sus características organolépticas.

Bajo estas condiciones los frutos de la variedad Hayward pueden conservarse hasta 6 meses.

En el caso de utilizar atmósfera controlada los contenidos idóneos de CO2 y O2 parecen situarse en el 5 y 2 por 100, respectivamente.

La estación refrigeradora deberá estar destinada exclusivamente a la conservación de los frutos del kiwi. La presencia de otros frutos (especialmente manzana y pera) en las mismas cámaras e incluso en la antecámara elevaría el contenido en etileno de la atmósfera limitando la conservación.

Comercialización

Los frutos producidos en el hemisferio Sur llegan a Europa en el mes de junio, iniciando su comercialización al detalle en Julio y prolongándose hasta finales de diciembre. Por el contrario, los producidos en el hemisferio Norte abastecen los mercados europeos desde diciembre a Junio.

En España, el consumo de este fruto sigue en constante aumento, sobrepasando en la actualidad las 90.000 toneladas, uno de los consumos percápita más altos de la Unión Europea, mientras que la producción nacional apenas supera las 10.000 toneladas (2.500 t. en Asturias).

A la vista de estos datos se puede decir que el kiwi es un cultivo interesante para la zona costera de Asturias, con mucho potencial para aumentar la producción.

Ficha Bibliográfica
TítuloGuía para el cultivo del kiwi
Autor/esGARCÍA RUBIO, JC.; GARCÍA GONZÁLEZ DE LENA, G. Área de Experimentación y Demostración Agroforestal
Año Publicación2010
Área

Experimentación y Demostración Agroforestal.

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