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Los recursos fitogenéticos de interés agrolimentario: Entre la biodiversidad, el desarrollo rural y la conservación del paisaje
Jaime Izquierdo Vallina. jizquierdo@serida.org
En términos generales, podemos admitir que la estructura del paisaje rural en el Estado español, como apuntan F. Díaz Pineda, J.M. de Miguel y M.A. Casado(*1), se configuró entre los siglos XV y XVII. Los siglos siguientes, y prácticamente hasta mediados del XX, el modelo agrario preindustrial tendrá una amplia representación en las zonas de montaña y en los territorios aislados en dónde las dificultades de comunicación y comercio limitarán las opciones de intensificación industrial agraria o forestal y favorecerán el mante nimiento de los sistemas autárquicos de manejo del medio.
Es en estos territorios dónde nos encontraremos con los "espacios forestales de alta acumulación de biomasa y baja productividad; los sistemas mixtos silvopastorales, creados a partir de bosques originales aclarados, con árboles seleccionados por su fruto y su comportamiento fisiológico, y los pastos aprovechados en concordancia con el carácter anual o perenne de las plantas y la disponibilidad de agua en el suelo"(*2).
El desarrollismo industrial, que vendrá a partir de los años cincuenta el pasado siglo XX, tendrá sobre el medio rural preindustrial tres repercusiones principales: el éxodo hacia los centros de producción industrial, la incorporación de procesos, métodos, manejos y semillas exógenas que incidirán notablemente sobre la erosión genética local y, sobre manera, la ruptura con las prácticas tradicionales de autoabastecimiento como consecuencia de la expansión del comercio, la mejora de las comunicaciones y el incremento en las rentas agrarias. El abandono de "lo local" y la industrialización del campo, con lo que conlleva de simplificación, uniformización y deslocalización, tendrá a su vez consecuencias sobre las estructuras de los agroecosistemas tradicionales, sobre el medio ambiente y sobre el equilibrio del paisaje rural.
Por todo ello, la recuperación de las razas ganaderas autóctonas y las variedades locales de frutas, hortalizas o cereales se convierte en una tarea fundamental para tratar de evitar esa erosión genética y para conservar un patrimonio cuya difusión y actualización puede tener repercusiones de interés en la generación de oportunidades de empleo y desarrollo rural, vinculadas tanto a las especialidades gastronómicas y a las denominaciones de origen como a la conservación de la cultura agraria, el mantenimiento del paisaje y de la biodiversidad doméstica y silvestre.
Y esto es así porque las dependencias mutuas entre el campo y naturaleza, o entre las culturas campesinas y la biodiversidad, conforman un entramado complejo de interconexiones que no se pueden concebir, ordenar, conservar y gestionar por separado y, que en mi opinión, no deberían investigarse sin conocer los lazos que las vinculan.
La actual agroecología macaronésica no se puede entender sin la globalización agraria que vivió el Archipiélago canario en los últimos cinco siglos; el bosque mediterráneo y la dehesa extremeña sin los pastores y las razas ganaderas; las grullas sin los cotos arroceros; la conservación de las avutardas sin los cultivos de cereal en la meseta; la floración de las arandaneras silvestres sin la apicultura tradicional; los quebrantahuesos sin las ovejas y los osos sin las comunidades ganaderas de la montaña Cantábrica.
Parcelas de cultivo familiar en La Frontera, isla de El Hierro.Fotografía: J. Izquierdo.
Por eso no sólo en la tarea propia de la investigación básica debemos centrar los objetivos de la recuperación de las variedades locales, sino en la identificación de sus posibilidades comerciales, en las expectativas de desarrollo o en las aplicaciones prácticas para la gestión de los recursos naturales.
La biodiversidad -que no es otra cosa que la organización de los canales de información genética, taxonómica y ecosistémica del territorio- precisa para su conservación en el medio de la intervención, del manejo adecuado, de la información cultural, esto es del "código" campesino local del que dependen el resto de interacciones bioenergéticas del medio.
Desde esa perspectiva, y saliéndonos del ámbito estricto de la producción agroalimentaria, en la recuperación de esos conocimientos locales, y en la rehabilitación actualizada de los oficios tradicionales vinculados al manejo de los recursos naturales, sean en el orden del pastoreo, la apicultura, la agricultura, la viticultura o la silvicultura, podemos ir encontrando fórmulas que nos permitan dar un salto de escala e internarnos en el complejo entramado de la gestión territorial del paisaje.
Sin embargo y siendo, en nuestra opinión, la consolidación de esta perspectiva crucial para el mantenimiento de la salud y la conservación de los agroecosistemas, la ausencia de investigaciones aplicadas al conocimiento y reconocimiento de estos códigos culturales rurales y específicos -que incluyen la integración de conocimientos locales, técnicos y científicos en las escalas genética, taxonómica, ecosistémica y cultural- constituye una de nuestras principales carencias.
La investigación científica española aplicada al campo, salvo raras excepciones, ha seguido las modas industriales y se ha especializado, y segregado, en la multitud de parcelas que ofrecen los ámbitos de conocimiento de la naturaleza, o de la agricultura, y ha carecido, en consecuencia, de la visión integradora y de la perspectiva adecuada que le hubieran facultado para hacer los diagnósticos holistas y locales del territorio a los que nos habían acostumbrado los científicos institucionistas del primer tercio del siglo XX y que ahora, para mirar al territorio en toda su complejidad, nos resultan imprescindibles.
El genetista y el etnógrafo, el veterinario y el geógrafo, el botánico y el arqueólogo, el enólogo y el zoólogo o el agente de desarrollo rural y el director conservador de un espacio protegido, no pueden permanecer aislados y deben encontrar el encaje adecuado de su parcela de gestión del conocimiento, no ya por una cuestión de responsabilidad colectiva sino por el mero hecho de poder contextualizar su ciencia, o su técnica, en un ámbito de conocimiento más completo.
En ese sentido, el conocimiento de las variedades domésticas locales, de las silvestres y de las interacciones que se dan entre ambas, en orden tanto a su conservación, su explotación y su vinculación a los procesos territoriales que configuran el paisaje, o los ecosistemas, es una cuestión de gran trascendencia para poder dar forma, entre todos, a un mundo rural más gratificante y, sin duda, más saludable.
Ovejas protegiéndose del sol del mediodía en un hayedo de Navarra.Fotografía: J. Izquierdo .
(*1)F. Díaz Pineda, J.M. de Miguel y M.A. Casado
(Coordinadores). Diversidad biológica y cultura rural en la gestión ambiental
del desarrollo. Edita Mundiprensa y Multimedia Ambiental. Madrid, 1998.
(*2)
F. Díaz Pineda, J.M. de Miguel y M. A. Casado. Op. cit.
Ficha Bibliográfica | |
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Título | Los recursos fitogenéticos de interés agrolimentario: Entre la biodiversidad, el desarrollo rural y la conservación del paisaje |
Autor/es | Jaime Izquierdo Vallina. jizquierdo@serida.org |
Año Publicación | 2006 |
Área | No disponible(s) |
Revista/Serie | Tecnología Agroalimentaria |
Referencia | 2º época. Número 3 |
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